En el año 301, el emperador romano Diocleciano dictó el Edictum De Pretiis Rerum Venalium, es decir el Edicto sobre Precios Máximos, que reequilibraba el sistema de acuñación y fijaba máximos en salarios y precios de muchos tipos de bienes, especialmente alimentos. La multa por vender por encima de los precios estipulados era la muerte.
Se grabaron copias del edicto en monumentos en piedra por todo el imperio. Aquí va un consejo para dictadores futuros: nunca inscriban sus errores en piedra, salvo que quieran
que la gente se ría de ustedes el resto de la eternidad. El edicto fue un desastre. Los vendedores retiraron de la venta sus productos, al no desear vender a los precios fijados o incluso arriesgarse a ser acusados falsamente de vender por encima del precio máximo y ser así objeto de ejecución.
Los trabajadores respondieron a los edictos de salarios despareciendo o quedándose sin hacer nada. El edicto acabó ignorándose y se convirtió en objeto de burla y mofa que rebajó permanentemente el prestigio y la autoridad del imperio.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
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